Dragón
custodiando el misterio, de Alfredo Rodríguez (Chamán Ediciones, 2024).
Una
de las cualidades que se suelen atribuir a los dragones de la
mitología china y japonesa es su capacidad de transformación y
suelen representar, entre otras cosas, sabiduría, además de
equilibrio. Este ser mitológico es una buena metáfora para adentrarnos en este poemario de
Alfredo Rodríguez, un libro que cierra la “Trilogía de la
alquimia”, junto a Alquimia ha de ser (2014)
e Hierofanías (2017) y que, como dice Sonia
Betancort en su jugoso epílogo, “consigue íntimas reflexiones
acerca de algunos de los grandes tópicos de la literatura: amor,
vida-muerte y azar-destino”.
Con
semejante título, uno no puede dejar de abrir el libro e intentar
adivinar qué va a encontrar dentro. ¿Con qué dragón nos vamos a
topar y por qué custodia el misterio? La primera sorpresa es que el
título viene de unos hermosos versos de Clara Janés, tal y como
Rodríguez cita en la apertura del poemario. De manera que entramos
directamente en una realidad poética donde se dice ya desde el
comienzo que la poesía es algo
secreto, pero donde también la poesía habla de la propia poesía.
Ya decía la gran poeta estadounidense Barbara Guest que cuando una
escribe pareciera que hubiera un fantasma detrás de lo escrito que
nos recuerda que siempre hay algo más. Y algo de esto percibimos
en Dragón custodiando el misterio, pues hay una
indagación sobre la realidad desde lo espiritual, pero también una
revelación de la poesía: “Como aquellos chamanes descifraban el
mundo / Leían en sus signos palabras como pájaros”.
Indudablemente,
se trata de un libro con una importante carga espiritual, y
contiene una deuda con la herencia de la tradición,
tanto occidental, como oriental, si bien en mayor medida encontramos
influencias del taoísmo y el budismo, como cuando se dan términos contrarios que ejemplifican la complejidad de la vida: “Luz y
oscuridad forman parte de la existencia”. Al principio, llaman la
atención las alusiones a la alquimia y el conocimiento antiguos, así
como términos budistas o hunduístas como “sunyata” o “prana”, pero a
medida que se van leyendo los poemas, la lectura va creciendo y, casi
sin darse uno cuenta, se van desprendiendo esas alusiones y la poesía
va entrando de manera natural y con cierta sencillez.
También
hay una celebración de la herencia de los maestros, de la
sabiduría que se transmite y que nos ayuda a comprendernos. ¿La
enseñanza no es algo que debe inculcarse y agradecerse? En esa línea
hay una avidez por saber, por plasmar con palabras un conocimiento
profundo de la realidad y del presente: “Goza de tus sentidos / En un estado de total
sosiego”.
Sentido
de la vida, pero también revelación, así como una reivindicación
de la poesía en estos tiempos tan insustanciales donde el poeta es
un ser marginal, más si cabe que antaño. Por eso mismo, libros
como Dragón custodiando el misterio reflejan una
necesidad, aquella que Rimbaud denominó “la alquimia del verbo”,
la capacidad de llegar a lo desconocido y nombrarlo por medio de la
poesía. Palabras alucinadas necesarias para comprendernos.
*
Viaje
hacia el olvido
Solo
importa la obra
Cuando
tu vida ya ha desertado
El
fuego que a unos ilumina y a otros
Quema
El vuelo del alma
Que
da forma a lo incorpóreo