lunes, 26 de marzo de 2018

The Taste of Tea: cine poético

Imagen extraida de imdb.com

The Taste of Tea, de Katsuhito Ishii (Japón, 2004).

Dentro del cine globalizado que llega a las grandes pantallas, no hay espacio para películas como The Taste of Tea, debido, sobre todo, al empeño por aislar cada vez más el cine de autor, marginándolo a ser expuesto en pequeñas salas de arte y ensayo, o festivales cinematográficos (y de manera más reciente, en plataformas de streaming como Filmin o Mubi). Por otra parte, el cine globalizado no propone nuevos modos de narrar, más bien empobrece la narrativa cinematográfica con sus discursos previsibles y estrategias efectistas que simplifican toda capacidad de sugerir y sorprender. Por ello, las escasas oportunidades que permitan ver esta película deberían ser -a mi juicio- aprovechadas.

A partir de escenas cotidianas de una familia rural del Japón actual, la película no es otra cosa que el acompañamiento rutinario, con un seguimiento alternante, a cada miembro de esta simpática familia. Una madre que trabaja como diseñadora de animación, un padre psicoterapeuta hipnotizador, un abuelo senil, un tío ingeniero de sonido que cuenta extrañas y divertidas historias a sus sobrinos, un adolescente cohibido que se enamora de una nueva compañera de clase y una niña de seis años que sueña con dar una vuelta en una barra gimnástica. La narrativa es preeminentemente visual: muestra escenas personales de la vida de cada uno de ellos (como el doble gigante que se le aparece a la niña, el tren en medio de la noche que pasa delante del adolescente), además de varias escenas no exentas de cierto surrealismo y humor, que desvelan que cada persona tiene sus propios sueños y fantasmas y una particular vida interior, siempre impulsado por una belleza libre, por un canto a la vida (y al cine).

La vida cotidiana (como en las películas de Ozu) está llena de pequeños detalles que constituyen historias o singularidades diferentes y en esto podríamos decir que el director retoma su herencia del autor de Cuentos de Tokio, sólo que Ishii busca otro desarrollo más lúdico y ofrece una salida distinta a la poética de lo cotidiano a la que estábamos más habituados. El guión y la estructura son sólidos, pero si además de eso, le añadimos una brillante puesta en escena, unos planos (normalmente planos-secuencias) que asimilan la naturaleza en el desarrollo de la vida cotidiana en el campo, junto a escenas digitales, animación, videoclips, y hasta irrrupciones espaciales (¿en un pequeño guiño a 2001?), obtenemos una obra, que algunos han denominado pop, aunque también la podríamos calificar de irresistiblemente moderna).

Tercer largometraje de Katsuhito Ishii, que además ha realizado varios cortos de anime y ciencia ficción, y es el realizador del corto de animación dentro de Kill Bill vol. 1 de Quentin Tarantino. Si lo meditamos un poco, no es descabellado establecer algunas analogías entre uno y otro director, sobre todo, en su afán de liberar al cine de su carga de anquilosamiento más "clasicista" y jugar con el lenguaje cinematográfico, mezclando influencias diversas (cómic, anime, poesía, pintura) y articulando un discurso lleno de inventiva, que nos depara un futuro, cuando menos, esperanzador.

(Reseña publicada originariamente en www.deriva.org en 2005 y retocada ligeramente).



miércoles, 14 de marzo de 2018

René Char: "Los primeros instantes"



Los primeros instantes

Mirábamos correr ante nosotros el agua creciente. De repente borraba la montaña, escapando de sus flancos maternales. No era un torrente que se ofrecía a su destino sino un animal inefable en cuya palabra y sustancia nos habíamos convertido. Nos mantenía enamorados sobre el arco todopoderoso de su imaginación. ¿Qué intervención hubiera podido obligarnos? La mediocridad cotidiana había huído, la sangre arrojada era devuelta a su calor. Adoptados por lo abierto, pulidos hasta lo invisible, éramos una victoria que no terminaría jamás.

Nous regardions couler devant nous l’eau grandissante. Elle effaçait d’un coup la montagne, se chassant de ses flancs maternels. Ce n’était pas un torrent qui s’offrait à son destin mais une bête ineffable dont nous devenions la parole et la substance. Elle nous tenait amoureux sur l’arc tout-puissant de son imagination. Quelle intervention eût pu nous contraindre? La modicité quotidienne avait fui, le sang jeté était rendu à sa chaleur. Adoptés par l’ouvert, poncés jusqu’à l’invisible, nous étions une victoire qui ne prendrait jamais fin.


(René Char, Común presencia, Alianza, Traducción de Alicia Bleiberg Muñiz).

martes, 6 de marzo de 2018

Capitalismo canalla, de César Rendueles


El Lazarillo es una novela muy moderna porque explica la decadencia del mundo antiguo sin que una nueva forma social lo sustituya aún.

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Oliver Twist […] no es una historia sobre la dureza de corazón, sino sobre la decadencia de las instituciones coercitivas de gestión burocrática del proletariado.

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Para Dostoevski el mundo del hombre nuevo es el infierno, un escenario inhumano peor que cualquier sometimiento feudal.

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En realidad, El corazón de las tinieblas no trata sobre los crímenes del colonialismo, sino sobre la experiencia de la alienación.

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W, la novela [de Georges Perec], imagina cómo sería una sociedad basada en la competencia extrema y generalizada […] Pero W es también una parábola de la exoticidad de la sociedad de mercado.

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Si el sistema te premia con lujos babilónicos cuando creas las condiciones económicas que matan de hambre a cientos de miles de niños, ¿qué puede haber de malo en el apuñalamiento ritual de una prostituta? Lo mismo le pasa a Carlos Wieder, el piloto-poeta del ejército chileno que aparece en Estrella distante, la novela de Roberto Bolaño.


(César Rendueles, Capitalismo canalla. Una historia personal del Capitalismo a través de la literatura, 2015, Seix Barral).