martes, 25 de enero de 2011

The Velvet Underground, poetas del ruido


The Velvet Underground es uno de los grupos de rock más importantes de la historia por muchas razones. Sus dos primeros discos, sonaban punzantes y sórdidos a la vez que salvajemente bellos. Canciones como “Heroin”, "I'm Waiting For The Man". “The Gift”, “Sister Ray” etc... no eran aptas ni para oídos delicados ni para mentes mojigatas. Pero lo mejor de la Velvet, es que, todavía hoy, 45 años después, siguen sonando igual de modernos.

Siempre se ha dicho que The Velvet Underground son los creadores del sonido noise, es decir, la incorporación del ruido dentro del rock. El ruido, esa cosa que molesta a muchos, y agrada a unos pocos (no olvidemos que la Velvet Underground siempre fue un grupo de minorías). Para muchos, el ruido y la improvisación son errores musicales. El ruido podría decirse que es aquellas interferencias que perturban el mensaje. Pero ¿alguien ha pensado que el mensaje podría ser el propio ruido?

Decía Sklovski a propósito del error en la literatura: “Cada error, cada irregularidad de la poética normativa es potencialmente un nuevo principio constructivo”. Que se lo digan a Borges, cuando dijo de la traducción al español de la novela Ferdydurke del irreverente Witold Gombrowicz, que estaba mal traducida, y hoy en día, se considera la traducción al español de Ferdydurke como un hito de las letras hispánicas. Si Lou Reed, John Cale y compañía no hubieran firmado discos como “The Velvet Underground & Nico” o “White Light/White Heat”, el lenguaje del rock se habría anquilosado durante mucho más tiempo. The Velvet Underground tenía un estilo innovador, un sonido distorsionado de guitarras, donde también destacaban la viola y los teclados de Cale, las letras surrealistas y sucias de Reed, y una extraña creación de atmósferas.

Los neoyorkinos, no solo supieron firmar discos experimentales, sino que lograron abrir caminos en el lenguaje de rock, tanto a nivel musical, como visual (en su colaboración con Andy Warhol y Paul Morrissey), con una moderna puesta en escena en los directos y la creación de shows audiovisuales (Exploding Plastic Inevitable). Un grupo de rock que era capaz de hacer música, arte y literatura.

Además, fue una banda que influenció a grupos como The Jesus & Mary Chain, Televison, Patti Smith, por no hablar de Sonic Youth, My Bloody Valentine o Yo La Tengo (y varios grupos de corte más pop, como Belle & Sebastian, The Strokes, LCD Soundsystem,...). El rock moderno, comienza con The Velvet Underground.


Versión instrumental de "The Gift". Vídeo de Andy Warhol.




"Venus in Furs".

lunes, 17 de enero de 2011

Carlos Huerga en el Café Libertad 8


Hoy lunes, leeré algunos poemas pertenecientes a mi libro Un hombre en el umbral en el Café Libertad 8, dentro del Ciclo de Poesía Joven en la Comunidad de Madrid.

Café Libertad 8 (C/ Libertad 8, Madrid). 20h.



jueves, 13 de enero de 2011

Tentativa de agotar un lugar perecquiano



La exposición “Pere(t)c tentativa de inventario” de la Fundación Luis Seoane de La Coruña (la mayor hasta la fecha realizada sobre Georges Perec) es un auténtico homenaje al autor de La vida instrucciones de uso. No es aconsejable solo para cualquier aficionado a su obra (para estos, se me antoja imprescindible), sino para cualquier curioso que busque capacidad de juego y sorpresa, además de fusión de distintos lenguajes artísticos (narrativa, poesía, cine, vídeo, fotografía, matemáticas, etc).

No es posible agotar los lugares creados por Perec. No lo es, porque sus espacios son infinitos y porque su imaginación desborda los límites de la creación literaria. Desde una calle parisina como símbolo del paso del tiempo y de la muerte, hasta las múltiples posibilidades de la página en blanco: las tentativas de Perec por ampliar los espacios de la realidad son un ejemplo de lo que la literatura puede dar de sí. Ya que el tiempo todo lo devora, el espacio permite poder mirar el tiempo a través de sus transformaciones, y esa es una de las ideas sobre las que se levanta la literatura de Perec, una literatura minúscula y mayúscula al mismo tiempo, repleta de resonancias y espejos dentro de otros espejos.

Desde Me acuerdo hasta La vida instrucciones de uso; desde W o el recuerdo de la infancia, hasta Tentativa de agotar un lugar parisino, la literatura de Perec es un intento de recrear la memoria (la que perdió siendo niño cuando desaparecieron sus padres) y recuperarla por medio de la literatura. De ahí su afición por enumerar, por inventar islas y viajes disparatados, desapariciones de vocales o descripciones de plazas donde no ocurre nada extraordinario, porque lo infraordinario es lo que marca el proceso de la vida y su pequeñez resulta extraordinaria.

Destaca en la literatura de Perec la importancia de los objetos y por ello los enumera constantemente, porque los objetos son museos minúsculos, pequeños símbolos de la vida de las personas. Para el autor de Un hombre que duerme, esas pequeñas cosas del día a día constituyen el arte de lo cotidiano (¿acaso porque en lo cotidiano se esconde un destello de la muerte?). Su primera novela, Las cosas, muestra cómo se puede contar una historia a partir de los objetos. Lo infraordinario (ver reseña aquí abajo) juega con inventarios de cosas (desde postales, hasta alimentos). La vida instrucciones de uso describe un edificio donde los objetos están dispuestos en función de los personajes que los poseen. Es la descripción el eje sobre el que se vertebra el discurso perecquiano. En sus novelas y relatos, parece que no pasa nada, y la narración es prácticamente sustituida por la descripción. Por eso escribió Especies de espacios, un libro inclasificable, a pesar de que intenta clasificar los espacios urbanos más propios del hombre y su relación con la literatura y el uso del lenguaje.

En la exposición “Pere(t)c tentativa de inventario” puede comprobarse no solo la importancia de los objetos y los espacios cotidianos en la obra del francés, sino también cómo su literatura transciende los límites marcados por la tradición y cómo tiende puentes con la pintura, el vídeoarte, el cine o la fotografía, lo que demuestra que Georges Perec, además de ser un gran escritor, también es un autor actual, cuya sombra, me temo, será alargada durante mucho tiempo, pues parece que el comienzo del siglo XXI le ha sentado muy bien a sus libros, al menos en el mundo hispánico (por algo, se están traduciendo textos inéditos hasta la fecha, así como actualizando otros títulos que ya habían sido publicados en español anteriormente). Al acabar la exposición, parece como si uno se hubiera empapado de Perec, pero a la vez, le faltara algo de Perec. Porque los lugares perecquianos son inagotables.


(Más información sobre la exposición aquí).




Fotografías de María González Montero

martes, 11 de enero de 2011

Lo infraordinario, de Georges Perec


Lo infraordinario, de Georges Perec (Impedimenta, 2008, Traducción de Mercedes Cebrián).

Georges Perec fue descrito por Italo Calvino como “una de las personalidades literarias más personales del mundo, al punto de que no se parece a nadie en absoluto”. Entre las muchas cualidades que atesora Perec, destaca el sutil manejo de la lengua al servicio de la sugerencia y la elasticidad, así como la facilidad para tematizar elementos aparentemente poco (o nada) literarios, gracias a su particular visión de la realidad y al tratamiento que adquiere el discurso narrativo, ahondando en la relación entre el propio lenguaje y la realidad más física de las cosas que nos rodean. (En este sentido habría que hablar también de la buena traducción de Mercedes Cebrián que ha sabido trasladar al español la pulsión de la lengua francesa perecquiana).

Teniendo en cuenta que Lo infraordinario no es una novela ni un libro de relatos, podría considerarse como una obra menor, pero lo cierto es que este libro se parece más a un dietario donde el autor poetiza a partir de insignificantes detalles cotidianos que podrían resultar anodinos y hasta banales (por un lado lo son), pero que encierran un anhelo de empatía y trascendencia, ya que todos vivimos la vida cotidiana muchas veces obviando las pequeñeces que posteriormente desaparecen y acaban conformando una muestra de nosotros mismos (porque todos somos “fragmentos” y “vacíos”). Y de eso trata este libro, de intentar recuperar esos pequeños sucesos, de reconstruir la realidad por medio del lenguaje.

La temática es variada y casi inexistente, siendo un texto cercano a esa “especie” de libros inclasificables a la que pertenecen Especies de espacios y Me acuerdo, dos libros distintos pero que también muestran una de las mayores preocupaciones de Perec, la distancia entre el lenguaje y la realidad y el intento de catalogar lo imposible, lo perdido, lo inaccesible para el hombre. Así, dentro de Lo infraordinario, encontraremos escritos dedicados a la imposibilidad de volver al pasado, donde el único afán de acercarse a esa “desaparición” es enfrentarse a la lejanía y jugar con ella a partir de las huellas. En ocasiones, la pluma mágica de Perec brilla con su escritura fragmentaria y lúdica, como en el texto titulado “Rue Vilin”, un pedazo de vida del propio Perec que muestra su intento frustrado de recuperar su pasado, pues como ya decía en su novela W o el recuerdo de la infancia: “el pasado son recuerdos arrancados al vacío”. Perec visita la rue Vilin para cerciorarse de que la calle donde vivió sus primeros años sigue ahí, a pesar de los cambios y la sordidez que brota en cada esquina. Sin embargo, asistimos a una visión de los cambios que sufre esa calle a lo largo de varios años, pero donde se constata que esa realidad (una calle desolada y llena de edificios abandonados y comercios cerrados) es la imagen del pasado y de la memoria del propio Perec. Otros textos pueden resultar más tediosos o reiterativos, si bien, conservan su halo juguetón como es el caso de “Doscientas cuarenta y tres postales de colores auténticos” y “Tentativa de inventario de los alimentos líquidos y sólidos que engullí en el transcurso del año mil novecientos setenta y cuatro”; el primero, una recopilación de postales veraniegas escritas en tres líneas, sin artificios literarios ni mayor interés que el de comunicar lo bien que uno está de vacaciones, porque la intensidad de la vida se pierde casi en el mismo instante en que se vive, de ahí el afán de escribir “insulsas” notas de postales, haciendo uso del sentido que tienen esas postales, que algún día podrán servir como huellas de una realidad perdida. En el segundo, el autor francés cataloga todos los alimentos y bebidas engullidas por él durante el año citado, en un intento imposible de detener el tiempo y fotografiar cada instante. Perec juega constantemente con la poeticidad borgeana de la recreación del pasado y de los recuerdos, y la creación de la identidad a partir del espacio y la memoria. Para alguien que ha perdido a sus padres en la guerra cuando era tan solo un niño, el pasado es un montón de edificios vacíos apilados en una calle, como la rue Vilin.

La importancia que tiene para Perec nombrar las cosas y reconstruir el pasado, es evidente en el capítulo titulado “Alrededor de Beaubourg”, donde el narrador aborda el espacio contiguo al museo de arte Georges Pompidou de París, reconstruyendo parte de la historia de las calles y barrios colindantes, a la vez que describe a modo de postales costumbristas a la gente y los comercios que cercan el gran museo de arte moderno parisino. Similares tentativas encontraremos en escritos dedicados a sus paseos por Londres y el atractivo interés que tiene para el autor esta ciudad, o la original descripción de la palabra “oficina” (bureau en francés) y sus múltiples acepciones y usos, que muestra una visión irónica y ácida sobre el capitalismo. Al final, Lo infraordinario pertenece a esa “especie” perecquiana que diluye los géneros, formando fragmentos de una autobiografía. Perec no tiene historia, o al menos la historia de su infancia fue truncada por el nazismo y esa brecha biográfica supone el “vacío” sobre el que volverá una y otra vez a lo largo de su obra.

Perec es uno de los mejores escritores de la segunda mitad del siglo XX porque ha sabido conjugar en su poética una propuesta experimental, deudora de las vanguardias europeas de principios del siglo XX con la mejor tradición de la novela europea, cuestionando los valores de la sociedad, aunque tal vez su mayor logro sea ahondar en la situación del individuo enfrentándolo al vacío del pasado y al sinsentido de la vida cotidiana. Sin ser una de sus obras cumbres, Lo infraordinario puede ser una buena iniciación al mundo perecquiano y dejarse llevar por su sorprendente literatura.

(Reseña aparecida originariamente en www.deriva.org).

miércoles, 5 de enero de 2011

Notas de Wim Wenders I

Para mí, el cine es ante todo, una forma. Una película ha de tener una forma, sin ella no puede contar nada. Su "forma" es para mí, algo visible, no algo que se pueda pensar.

*

Los trenes son "cámaras de vapor sobre raíles".

*

El blanco y negro, es para mí, la verdad del cine, es el cine que habla de la esencia de las cosas y no de su superficie.


(Wim Wenders, La logique des images. Essais et entretiens, L’Arche, París, 1990. Traducido del francés por C. H).